Las humanidades en la sociedad del
conocimiento
Doctor Rafael Morla catedrático de la Escuela de Filosofía,
Facultad de Humanidades, Universidad Autónoma de Santo Domingo.
“Una nueva historia comenzó con Colón y Vasco
de Gama, esta nueva historia es la era planetaria y tendrá el impulso de dos
hélices que motorizan dos mundializaciones simultáneamente unidas y
antagónicas. La mundialización de la dominación, colonización y expansión de
Occidente y la mundialización de las ideas humanistas, emancipadoras,
internacionalistas portadoras de una conciencia común de la humanidad. Son dos
hélices mundializadoras, complementarias y antagónicas, la primera comienza
como mundialización hegemónica de
política colonial y hoy se manifiesta como hegemonía económica, financiera y
tecnocrática. La otra mundialización comienza con una autocritica desde dentro
de la propia civilización occidental en expansión” (Edgar Morin, Educar en la era planetaria).
0.
El
presente ensayo busca exponer las características del humanismo, en tanto visión y horizonte unitario en torno al
ideal de vida digna, lúcida y consciente de los seres humanos. El humanista es
concebido como guardián de condición humana, y como sujeto activo que se
enfrenta a los obstáculos que impiden la realización de la vida humanizada. Me
pronuncio por un diálogo entre las humanidades, la ciencia y la técnica,
concluyendo con ideas para un posible programa desde las humanidades.
1. Cultivar el
humanismo
Las humanidades, llamadas también ciencias del espíritu,
son el alimento intelectual y la ocupación predilecta de personas que aspiran a
ser cultas, y en el mejor de los casos, participar activamente en la vida
cultural, social y política de sus respectivas sociedades. En la actualidad, el
auge tecnológico y el cultivo de las ciencias, ambos necesarios, han hecho
olvidar, la necesidad social y humana, de cultivar el humanismo, esto es, un
cuerpo, íntegro de saberes y conocimientos que proporcionen una visión amplia y
totalizadora del ser humano.
El humanismo es una
visión íntegra en torno a la condición humana, sus aspiraciones, realizaciones,
anhelos, sueños, valores y utopías. El humanista, sujeto de las humanidades, y
portador de un modelo e ideal de vida digna tiene que estar atento, alerta y
vigilante frente a toda manifestación de inhumanidad (exclusión, xenofobia, esclavitud,
opresión, manipulación alienación, enajenación, cosificación), a fin de que el
ser humano jamás sea visto como medio. Cada persona encierra en sí una calidad,
un valor inconmensurable, en consecuencia, no es medio, sino fin; no tiene
precio, sino valor. “El prójimo es
persona por derecho propio, no porque lo percibamos los demás; su dignidad
procede de su condición humana, y no depende de nuestro criterio subjetivo, ni para
ser ni para valer. Por consiguiente es crimen de lesa
humanidad tratarlo como objeto, des personificarlo y cosificarlo, cuando cada
hombre y cada mujer son el sujeto por excelencia” (Federico Mayor
Zaragoza, Los nudos gordianos, p. 97).
El humanismo representa hoy la única
alternativa a los procesos de alienación, cosificación, explotación y
empobrecimiento que trae consigo la moderna sociedad capitalista, particularmente en esta era de desarrollo tecno-científico. Refiriéndose al hombre contemporáneo, ser
hacia el cual dirigimos nuestras reflexiones, Eric Fromm, dice que se pasa la mayor parte de su tiempo en
estado de pasividad, que es un autómata, un enajenado y un consumista. “Todo lo consume, todo lo traga, el mundo es
para él un enorme objeto para satisfacer sus apetitos: una botella grande, una
manzana grande y una teta grande, el hombre ha llegado a ser el gran lactante,
siempre a la espera de algo y siempre decepcionado” (E. Fromm. El humanismo
como utopía real, p. 45).
Es imperante formar personas que
eleven a la categoría de arte las virtudes humanas: aprender a ser (humano,
persona), convivir (persona- naturaleza- sociedad), porque de ello dependerá el
crecimiento armonioso de las potencialidades que dormitan en el alma humana. La
sociedad actual plantea los problemas del conocimiento y de la formación desde
una óptica nueva en cuanto a las posibilidades intelectuales y activas. No se
trata solo de adiestrar individuos para el trabajo, es necesario formar seres
humanos para la vida en sociedad, sin olvidar la más profunda relación de
respeto por la madre tierra y los seres vivos que la habitan. “Ser persona es compromiso en la acción de
cambio, aun en las contradicciones de nuestras elecciones vitales, ser persona
es actuar como tal, sino nos queda ser rígidos personajes, marionetas o
peleles, al designio de otro que imprime nuestra conciencia, convenciéndonos de
su verdad” (Andrés Sánchez Bodas, Manifiesto
Humanista”, p. 18).
El renacimiento colocó al ser humano en el centro de la vida
material y espiritual, y trató de forjar
un nicho de dignidad y decoro, que hicieran
de la existencia terrenal, del “aquí y el ahora”, un acontecimiento,
bello y trascendente; libre de toda forma de esclavitud, ignorancia, exclusión,
discriminación e injusticias. “El ideal
del hombre renacentista es un hombre universal, la realización polifacética de
la humanidad en cada individuo. Cada individuo representa la humanidad entera,
la misión del hombre es desarrollar la humanidad en sí misma (E Fromm, El
humanismo como utopía real, p. 88).
No quiero hacer historia en torno
a la vida, obra e ideas de los grandes renacentistas, que a la vez fueron
grandes humanistas, pero traigo a colación unas palabras, que encontré en el
texto de Antonio Rico, El sueño del humanismo (de Petrarca a Erasmo): “Los mayores humanistas de la edad anterior
habían sido filólogos de primera fila, curtidos especialistas en cuanto tuviera
que ver con la antigüedad, pero a la vez, partiendo del clasicismo, habían
irrumpido en otros campos, de la filosofía a la política, de la geografía a la religión, con el
designio de transformarlas profunda y sustancialmente…Para ellos el saber era
necesariamente activo, impregnaba la vida privada y repercutía en la pública.
En parte, la actitud obedecía al ideal retórico que configuraba al humanismo
desde los mismos fundamentos, porque la eloquentia de los retóricos es en
primer lugar arte de persuasión, manera de diálogo y presencia en la Polis…”
(Madrid, 1993, p. 75).
Recordamos que en el siglo XVIII el
humanismo de las Luces estableció que todos los seres humanos eran libres e
iguales entre sí, y que espiritualmente estaban aptos para acceder a la razón.
Como comenta Edgar Morin: la idea de libertad inspiró las grandes
transformaciones políticas y sociales del siglo XIX. Por su parte, E Fromm, ve en la práctica de la solidaridad la verdadera
cura a los males de la época, coincidiendo en este punto con la tercera
consigna de la revolución francesa.
El aporte por excelencia de la modernidad ilustrada al humanismo,
fue la Declaración francesa de los derechos del hombre, mediante la cual se establece,
que todos los humanos nacen libres e iguales. Se desarrolló la conciencia de
que las desigualdades, tenían causas sociales, susceptibles de ser superadas.
Esa comprensión, fue como un rayo de luz, que atravesó, desde los pies a la
cabeza, las fibras más sensibles del corazón humano; además, pasó a servir de
guía y fundamento a todas las manifestaciones de humanismo, posteriores a la
revolución francesa de 1789. ¿Que sería la declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948 sin la declaración francesa de los derechos del hombre
de 1793?
2.
Hispanoamérica y el humanismo
El discurso humanístico en Hispanoamérica y Santo Domingo
tiene sus antecedentes, en la defensa del indio que hace el padre Antonio
Montesino, quien defendió a esa raza de la esclavitud y las injusticias de los
españoles, produciendo la primera manifestación de los derechos humanos en el
continente, y esto sucedió nada más y nada menos que en Santo Domingo en el año
1511. La polémica versó en torno a la condición humana del indígena. ¿Qué valor
tenía? Todo el valor del mundo, puesto que si no eran humanos, no había
problemas en explotarlos, humillarlos y matarlos, en cambio, si eran humanos,
había que tratarlos con respeto y dignidad.
El discurso humanista irrumpe en Hispanoamérica al compás
de la lucha por la independencia, en ese proceso de toma de conciencia del ser
latinoamericano. Se necesitaban ideas en torno a la condición humana: su
dignidad, sus valores, sus deberes y derechos, para enfrentarlos a la ideología
de la dominación colonial española. La obra patriótica de Simón Bolívar, de
Francisco Miranda, de Camilo Torres, de Antonio Zea, de Mariano Moreno y de
Eugenio Espejo, está inspirada en los más profundos sentimientos de humanidad.
Bolívar, el Libertador de América vio los niveles de alienación en
que viven los pueblos americanos, y pensaba que se les dominaba más por el
vicio que por la fuerza. “La esclavitud- decía- es hija de la tinieblas; un pueblo
ignorante es un instrumento ciego de su propia destrucción…toman la licencia
por la libertad, la traición por el patriotismo, la venganza por la justicia…un
pueblo pervertido si alcanza su libertad muy pronto vuelve perderla…nuestros
débiles ciudadanos tendrán que robustecer su espíritu mucho antes que logren
digerir el saludable nutritivo de la libertad…” (Simón
Bolívar, Discurso ante el Congreso de
Angostura (Escritos Fundamentales, p. 35). ¡Qué diagnóstico! He aquí las ideas para
un programa de cambios y transformaciones.
Todos sabemos que las ideas
escolásticas fueron las que sirvieron de orientación y justificación del
sistema colonial implantado por España en América. Al realizar la independencia
estas ideas no fueron sometidas a crítica, por cuya razón forman parte del
sistema de pensamiento y de creencias de nuestros pueblos, es un atraso
espiritual que hace causa común con nuestro escaso desarrollo material. De ahí
nuestro gran drama, que se expresa en esa imposibilidad de adecuar la realidad,
la idea, y el mundo jurídico y político, con el ámbito económico y social.
La República Dominicana, al igual que Hispanoamérica,
tiene pendiente su desarrollo material y espiritual. La ignorancia, la
violencia, la falta de conciencia ciudadana, la indiferencia el afán de lucro, el consumismo y la
degradación moral, son males diseminados en el cuerpo social de la República
Dominicana.
Los pueblos de América, tienen que buscar su propio
camino, como dijera el inmortal Amín Abel Hasbún, y sin perder sus raíces,
mirar hacia el futuro. Es necesario ir a la lectura de Simón Bolívar, Eugenio
María de Hostos, José Henríquez Rodó, José Vasconcelos, José Martí y Pedro
Henríquez Ureña, ellos nos conducirán hacia la liberación espiritual y hacia la
nueva conciencia de lo humano necesaria para el siglo XXI.
Nuestro pueblo al aumentar los niveles de exclusión y pobreza,
también ha disminuido su cultura, en otras palabras se ha hecho más ignorante.
En este sentido tenemos que profundizar y ampliar los discursos sobre la
historia, la lengua, los medios de comunicación, el ciberespacio, la identidad,
en fin, la compresión humana de la realidad social. La creación y la recreación
del saber, tienen que hacerse acompañar de una efectiva difusión en la
comunidad.
2.
Relanzar el humanismo
Hay que cualificar las facultades de humanidades, las escuelas y
departamentos, desde cuyo interior se
imparten las disciplinas humanísticas, a sus profesores y estudiantes, puesto que de ahí depende nuestro
entendimiento de lo humano, de la variedad de sus formas de expresión
(históricas, literarias, comunicacionales, lingüísticas y de pensamiento),
evitando así la amenaza y el triunfo de todas aquellas formas de barbarie
(racista, xenófoba, teocéntrica), que podrían configurar un mundo inhabitable e
inhumano.
El humanista, atento y militante, es sensible ante los problemas de la relación con la alteridad
y del reconocimiento de la diversidad de culturas y mentalidades. Esta
situación, hacen del mundo de hoy un mundo complejo en su abordaje y
comprensión. Contribuir al entendimiento de esa complejidad, constituye una de
las tareas más importantes del humanismo hoy. Kant señaló dos deberes, que
saliendo del forro del alma, estamos en el deber de cultivar, a saber: la humanidad que llevamos dentro y el estar
atentos para defendernos de la barbarie exterior.
También es necesario en esta época de
barbarie ir al rescate de lo mejor de tradición humanista e ilustrada,
porque esas herencias nos
indicarán, parte del camino que hay que recorrer para dignificar la existencia
humana. ¿Cómo olvidar la lucha por la
igualdad, la fraternidad y la libertad en un mundo de desigualdades y exclusiones
¿Cómo echar al olvido la necesaria solidaridad cuando la indiferencia y el
individualismo se han erigido en normas de comportamiento? ¿Cómo pasar por alto
el ideal de libertad, en tanto reclamo permanente de la vida social y personal
de todos los tiempos? ¿Dónde vamos a dejar el espíritu crítico consustancial a
todo humanismo y al propio programa ilustrado?
Las facultades de humanidades tienen
que profundizar en la problemática de los valores, los problemas de género, los
asuntos ecológicos y el medio ambiente, desarrollar el espíritu crítico y
analítico, y abrir las puertas del diálogo con la ciencia, la tecnología y la
cultura. Como dijo el doctor Alberto
Hidalgo, en el contexto de su exposición ante el Tercer Congreso de Pensadores
Centroamericanos y del Caribe, realizado en Santo Domingo, “Comprender el mundo adecuadamente exige entender la interdependencia
de los objetos, sucesos y situaciones…hace falta un trabajo de interdisciplinariedad”
(Memorias del Tercer Congreso de Pensadores Centroamericanos y del Caribe,
p. 15). O en un sentido más profundo,
como escribió Karl Jaspers, al reflexionar sobre el ambiente espiritual de su
tiempo: “…El conocimiento de mi mundo
será el único camino para, por lo pronto, ganar la conciencia de la amplitud de
lo posible, para luego en la vida, llegar a planes certeros y verdaderas
decisiones, y adquirir finalmente, aquellas intuiciones y pensamientos que han
de llevarme a leer la existencia humana” (Karl Jaspers, el Ambiente
espiritual de nuestro tiempo, p. 28).
Ser humano hoy, formar parte de la causa
del humanismo, nos obliga a no dar la espalda a los problemas más urgentes que
plantea la sociedad científico-técnica al mundo presente. La tarea esencial de
los humanistas hoy, es ayudar a la humanidad a salir de la encrucijada o
callejón en que la han colocada las fuerzas del capitalismo mundial.
Esta sociedad moderna tardía que nos
gastamos y sufrimos, por demás compromisaria del programa globalizador, no tiene salida material ni espiritual
para los problemas que se sucintan en su
interior. Es papel de los humanistas y filósofos poner de manifiesto este
agotamiento de horizontes a fin de que la humanidad se abra a nuevas
posibilidades.
Reconozco que la ciencia y la técnica
son imprescindibles palancas del progreso material, pero ellas por sí solas son
incapaces de enriquecernos espiritualmente. Desde este punto de vista la
organización social basada en el desarrollo científico-técnico, en la
explotación y la ganancia, hace mucho tiempo que fracasó, y en lo porvenir,
solo ocasionará más y graves problemas al género humano.
En un
mundo de incertidumbres y profundas complejidades, ¿qué puede ofrecer el humanismo
a la comunidad? Una sólida concepción
del mundo y de la vida, una perspectiva íntegra y totalizadora del saber
científico-técnico y humanístico. Claridad y conciencia del destino y la
finalidad de los hombres en esta tierra. Utopías que aireen la existencia
humana, y mantengan abiertas las pasibilidades de un nuevo mundo. Mover fuerzas
y solidaridades a fin de suscribir un gran pacto, como sugiere el ex secretario
general de la UNESCO, don Federico Mayor
Zaragoza, por el presente y el futuro de la humanidad, que implique, a su vez, una mayor distribución de la riqueza y el saber; una nueva
concepción de la vida activa; una acción global que incluya a los excluidos.
- 0. Ideas para un programa humanista
- Como no hay tiempo para perder, concluyo con las tereas siguientes:
- 1. Estudiar rigurosamente las características del mundo de hoy, y las particularidades de nuestras sociedades, y someterlo todo a examen y discusión, asumiendo solo la urgencia y emergencia de lo humano.
- 2. Preparar legiones de seres humanos, espiritualmente motivados y moralmente fuertes.
- 3. Denunciar los abusos deshumanizantes que a diario acontecen.
- 4. Ilustrar a las personas para que se liberen de los obstáculos que les impiden ser sujetos morales, autónomos y solidarios.
- 5. Hacer un permanente y cualificado uso de la razón a fin de llevar consciencia y claridad en torno a nuestras realidades.
- 6. Apoyar todas las causas humanas que lleven en sí el germen de la nueva vida, los nuevos valores y solidaridades.
- 7. Promover la identidad personal y colectica, como salvaguarda frente a la creciente alienación y cosificación de las personas.
- 8. Contribuir a esclarecer y fundamentar una nueva ética del vínculo social.
- 9. Despertar el potenciar creativo del ser humano, a fin de que cada cual asuma la responsabilidad por su vida.
- 10. Promover los valores y la cultura del humanismo c omo antídoto
- a la creciente des- fundamentación del mundo de hoy.
- 1. Mis palabras finales
- En el Tercer Congreso Centroamericano y del Caribe, escribí lo siguiente: “Frente a la barbarie moderna, frente a la globalización excluyente, levantemos la bandera del Humanismo. Reivindiquemos nuestro ineludible derecho a vivir con dignidad, a soñar, y llegar a ser cada vez más humano. Me inscribo en el horizonte de los que piensan que un mundo mejor es posible”.
- 2. Referencias
- 1. Bolívar, Simón. Discurso ante el Congreso de Angostura, Editorial Monte Ávila. Caracas, Venezuela.
- 2. Fernández, Luisa, Humanismo para el siglo XXI, Universidad de DEUSTO, Bilbao, España, 2003.
- 3. Fromm, Erich, El humanismo como utopía real, Ed. Paidós, Barcelona, España, 2007.
- 4. Fromm, Erich, La vida auténtica, Ed. Paidós, Barcelona, España, 2007.
- 5. Jaspers, Karl, El ambiente espiritual de nuestro tiempo, Ed. Labor, España, 1955.
- 6. Memorias del Tercer Congreso de Pensadores Centroamericanos y del Caribe, Ed. Universitaria, Santo Domingo, R.D., 2012.
- 7. Morin, Edgar, Educar en la era planetaria, Ed. Gedisa, Barcelona, España, 2003.
- 8. Rico Antonio, El sueño del humanismo, Ed. Alianza, Madrid, 1993.
- 9. Sánchez Bodas, Andrés, Manifiesto Humanístico, Ediciones Lea, Argentina, 2009.
- 10. Zaragoza, Federico Mayor, Los nudos gordianos, Ed. Galaxia Gutenberg, Barcelona, España, 1999.
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