Por Rafael Morla
La peor idea o decisión que he visto y sufrido
en 30 años que llevo en la Universidad Autónoma de Santo Domingo es aquella
que tomaron varios profesores, en nombre de FAPROUASD, consistente en boicotear
el inicio del semestre 2017-1, después de una asueto docente de 60 días.
Lo anterior no tiene justificación, aunque quiera
ampararse en un supuesto aumento, que siempre será pírrico en relación al daño
que se ocasiona. ¿Cómo es que gentes pensantes no pueden verlo? Se trata de una
crisis reiterativa, durante los últimos 30 años, que indica la necesidad de
crear nuevos caminos que conduzcan a la institución, hacia el trabajo
permanente e ininterrumpido, a una disciplina académica rigurosa, hacia la
vida ética y ejemplar, hacia el orden institucional, en fin, al cumplimiento de
la misión universitaria, tan elegantemente expresada en el Estatuto
Orgánico de la UASD.
La sociedad dominicana espera ansiosa un cambio de
actitud de nosotros (autoridades, gremios, profesores, estudiantes y
empleados), y sin embargo, respondemos con traspiés, lo que sugiere que no se
está entendiendo el momento particularmente sensible en que se encuentra la más
antigua universidad fundada por Europa en América.
El horno no está para galletitas, ni para juego de
niños, ni para campaña, ni para construir trayectorias a nadie, y menos, sobre
la ruina de una institución como la
UASD , grande por su historia, grande por lo que hace, y
por lo que debe hacer. Somos, por demás, aunque muchos no puedan verlo, una
institución rica, en bienes tangibles e intangibles, pero, durante los años
60-70, décadas de solidaridad y lucha, se nos metió en la cabeza que éramos
pobres, siendo ricos. Desde entonces, andamos por el mundo mostrando nuestra
pobreza, denigrándonos los unos a los
otros, y ocultando las riquezas que adornan nuestro espíritu.
Uasdiano, despierta, levántate, camina, piensa y
transforma la realidad. Una institución académica es ente activo y dinámico,
inserta en un mundo de relaciones económicas, políticas, sociales, culturales e
ideológicas, donde nada humano le es ajeno: el bienestar colectivo, la calidad
de la educación, la salud de la población, la violencia, las instituciones
sociales y políticas, la cultura de la nación, las ideas sobre el pasado, el
presente y el futuro, el mundo de fe y creencias del pueblo, los valores y la
práctica moral, y por supuesto, lo que acontece en el resto del mundo.
Un renacentista, Nicolás Copérnico, cambió el mundo,
simplemente, con decir que la tierra no era el centro del universo, sino el
Sol, y que alrededor suyo giraban los planetas; y un alemán del siglo
XVIII, Emmanuel Kant, se le ocurrió pensar, si no era mejor partir del sujeto
para llegar al objeto, en vez de la vieja usanza, que en la construcción
epistémica del conocimiento se movía siempre del objeto al sujeto, produciendo
así lo que se llama en filosofía la revolución copernicana.¿ Por qué no
comenzamos a ensayar las vías que hagan posible que el gobierno entregue los
recursos sin necesidad de vivir de rodillas?
Bajemos las manos que permanentemente tenemos tendidas
frente las puertas del Palacio Nacional, trabajemos duro para construir una
academia de calidad, atenta a los problemas nacionales y del mundo,
ejemplar, por los valores que orientan su vida institucional. ¿No
ésta una buena idea?
El
autor es profesor de la
Escuela de Filosofía y ex decano de la Facultad de Humanidades
de la UASD.
Santo
Domingo, República Dominicana, de
febrero, 2017.
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