Por Rafael Morla
En la Universidad
Autónoma de Santo Domingo nadie gastaba un centavo para escalar posiciones,
siendo el prestigio social y el mérito académico, construidos sobre la
base de un dilatado ejercicio profesional y una identificación plena con
los intereses del pueblo dominicano, las dos condiciones exigidas por el
electorado, para depositar su confianza y voto a favor de un aspirante a
dirigir cualquier puesto de dirección. Había negociaciones políticas, es
cierto, pero nunca se habló de dinero, ni de esa repartición enferma de
puestos, que hoy pauta, condiciona y determina el comportamiento de aspirantes
y electores.
Dr. Rafael Morla |
Junto a los valores
académicos, y las cosas buenas que tiene la UASD, se ha desarrollado un
mercado paralelo, donde todo se compra y se vende, y hasta las personas
más honorables y honestas, tienen su precio establecido en la bolsa de los
acreedores que pululan en los corrillos universitarios. ¿Qué se compra? ¿Qué se
vende? Se compran votos, apoyos, capacidades para atacar, y derribar
moral y socialmente a un competidor peligroso.
Una parte del mundo uasdiano
ha devenido en mercancía, fábula, engaño y mentira. Las primeras víctimas
son los candidatos a la rectoría que ofrecen al electorado los
puestos de la institución, como si fueran de su propiedad, compran
candidaturas, con el objetivo de proyectar una supuesta fortaleza, elaboran
programas que no se cumplen o son abandonados antes del intento,
profundizando así los niveles de impertinencia académica e institucional,
sembrando frustraciones en el alma de la gente y postergando para
las calendas griegas los cambios necesarios. En verdad, es el camino transitado
los últimos treinta y cinco años, y ya se realizan los ensayos y aprestos
electorales que nos conducirán a más de lo mismo, y a un nuevo matadero
institucional a partir del 2018.
Si ayer se trataba de
convencer con ideas, valores y principios, hoy la seducción es a
través del valor de uso de las mercancías, cosas u objetos, que cuidadosamente
los buscadores de votos colocan en manos de los votantes. Botellas de vino,
fiestas, comida, desayuno y cena, al ser consumidos segregan
una sustancia, que coloca subliminalmente en el cerebro el nombre de los
candidatos donadores. Cuanto más invierte un aspirante, mayores son sus
posibilidades de triunfo. ¡Dadme cuarenta millones de pesos y te pondré un
rector! Expresión hija de los aires mercantilistas que soplan en la UASD del
momento. La aparición de la figura del acreedor es parte del mismo
proceso.
Lo que acontece en la
universidad es reflejo simplificado de la sociedad del espectáculo,
caracterizada por el francés Guy Debord (1967) como la “afirmación de la
apariencia” y “la falsa conciencia” o como aquel espacio social donde los
sujetos asisten a la pérdida del sentido real de sus vidas, y donde al
final se tornan impotentes para distinguir los medios y fines de la propia
existencia. Una prueba de esto, es que el dirigente o autoridad, no establece
el necesario correlato entre el accionar de cada día, y las normas de la
institución.
Antes llegar a rector o a
cualquier puesto de dirección era un medio para promover cambios y
transformaciones, hoy, se ha convertido en un negocio donde se invierten
millones de pesos, y es de suponer que dicha inversión se recupera con
creces. Es obvio que este punto es delicado, porque trae consigo muchos
males y peligros para la institución, y hasta para la integridad física de las
personas que asumen la responsabilidad en estas negociaciones. No hay que
ser demasiado inteligente, para concluir que veinte, treinta y hasta cuarenta
millones de pesos que se invierten en largas y costosas campañas electorales,
no salen del bolsillo de los candidatos, sino de los maletines de los
acreedores. Siendo así, urge cambiar la forma de elección de las autoridades, y
ya hay una propuesta de la Comisión de Reforma, que dicho sea de paso deber ser
discutida y acogida.
Pero no será suficiente, es
necesario al mismo tiempo, un cambio profundo de mentalidad en la gente, que
ponga seriamente en peligro la cultura del dominicano, que siempre vive
esperando que le den comida, que le hagan fiesta, que le compren el voto, que
le hagan favores, para luego hipotecar su libertad y perder toda posibilidad de
realizar una elección libre. Nadie va a la actividad de un candidato si no hay
comida y bebida, en fin, sino organiza innumerables festines o
banquetes, a lo largo del territorio nacional, en que se manifiesta la noble,
siempre necesaria, misión académica de la UASD. ¿Qué consecuencias trae este
comportamiento de los electores, que por lo general son profesores y
profesoras? El encarecimiento de las campañas, y por consiguiente la necesidad
de los financistas.
Electores, si queremos que la
UASD comience a cambiar, no aceptemos falsas promesas, comidas,
festines y los puestos de la universidad que deben ser llamados a concurso.
Si aún, sabiendo esto, insistimos en la necesidad de degustar una copa de vino,
que cada cual pague el costo de lo consumido. Así, seremos más libres, y
comenzaremos a pensar seriamente en la posibilidad de que la Universidad
Autónoma de Santo Domingo, además de primada de América, un día llegue a ser
la primera en calidad académica.
El autor es profesor de la
Escuela de filosofía y ex decano de la Facultad de Humanidades.
Santo Domingo, 31de junio,
2017.
0 Comentarios