Ética profesional y Condición Humana

Fotos gratis : dedo, mano, gesto, pulgar, equipo, divertido ...


La ética profesional se hace desde la condición humana, y procura construir un horizonte valorativo que oriente adecuadamente a cada profesional  en su quehacer al interior de la sociedad. Obviamente el nivel de responsabilidad y seriedad, con que cada cual ejerza su profesión estará determinado, en última instancia, por  condiciones sociales de dimensiones objetivas y subjetivas. 


¿Qué es la condición humana? Eugenio Trías en su libro Ética y condición humana dice: “La conducta, la acción se determina imperativamente en relación con eso que somos...seres humanos que realizan su propia condición en la medida que toman distancia de su base física” (p. 21). Es decir la naturaleza (lo físico) es lo dado, la sociedad es construida por la práctica histórico social humana. Somos diseñadores de una obra, que a su vez nos condiciona y determina.


El hombre es él y sus circunstancias, también somos un constructo de valores,  ideas y creencias. La sociedad es el espacio, en que los humanos escenifican su vida, se relacionan entre sí, construyendo infinitos vínculos de carácter económico, político, ético y de concepción del mundo y de la vida. 


La condición humana es la realidad material y espiritual en que los humanos escenifican su vida, crean y recrean valores éticos y realizan su oficio profesional. Para que se comprenda el mundo de hoy, sus vínculos y conexiones, insertamos el texto siguiente:   


“En atención a las grandes amenazas actuales de tipo político y económico que pesan sobre grandes áreas de nuestro mundo, habría que iniciar o apoyar todo tipo de movimientos eficaces de liberación. Para ello habría que enseñar intensamente a los individuos y a los pueblos a liberarse de todo lo que coacciona la posibilidad de ser sujetos autónomos y realmente solidarios. Enseñar también a hacerse cargo de la realidad concreta en la que se vive, para poder así cargar mejor con las responsabilidades  de los que no han accedido todavía a un nivel suficiente de dignidad humana. Y para dar un ejemplo de esas responsabilidades básicas, habría que estudiar con rigor la situación real de las actuales minorías,  sociales o culturales, para promover su desarrollo.

En consecuencia, habría que preparar también, y de manera complementaria, una series de intervenciones públicas, acertando a denunciar los abusos  deshumanizantes más graves  que está produciendo ese nuevo orden global. No se olvide la eficacia que puede lograrse en algunos casos por una acción  de resistencia activa ( según el ejemplo de Gandhi o Martin Luther King). Lo cual, por cierto, no se improvisa sino que supone una sólida preparación ética y política de las personas que vayan a intervenir. Y parece oportuno recordar la gran misión social que compete a los intelectuales, escritores, educadores y comunicadores  en esa preparación de hombres y mujeres moral y espiritualmente fuertes y motivados. El humanismo que desearíamos para el siglo XXI incluye esa vigilancia y responsabilidad educativa de los dirigentes sociales” ( Luisa Amigo Fernández de Arroyo, Humanismo para el siglo XXI” (2003, p. 47). 


Para apuntar las circunstancias de nuestros tiempos y comprender mejor la realidad del mundo, extraigo del texto de Jacques Delors, La educación es un tesoro, la prenda siguiente:


“...El siglo XXI nos exigirá una mayor autonomía y capacidad de juicio junto con el fortalecimiento de la responsabilidad personal en la realización del destino colectivo. Y también, por otra obligación destacada por este informe, no dejar sin explorar ninguno de los talentos que, como tesoros, están enterrados en el fondo de cada persona. Citemos sin ser exhaustivos, la memoria, el raciocinio, la imaginación, las aptitudes físicas, el sentido de la estética, la facilidad para comunicarnos con los demás, el carisma natural del dirigente, etc. Todo ello viene a confirmar la necesidad de comprenderse mejor uno mismo. 

La educación tiene que adaptarse en todo momento a los cambios de la sociedad, sin por ello dejar de transmitir el saber adquirido, los principios y los frutos de la experiencia” (p 23).


Con el objeto de poner en evidencia la condición humana presente, y cómo impacta en la generación del mundo valorativo, me hago eco de la perspectiva que presenta Edgar Morin, en un texto que titula con la pregunta, ¿Hacia dónde va el mundo?


“Todo, en este mundo está en crisis. Decir crisis es decir, como hemos visto progresión de incertidumbres. Por todas partes, en todo, las incertidumbres han progresado. Es decir, que si los profetas pueden  profetizar, si los videntes pueden ver, los diagnosticadores ya no pueden ver bien y los pronosticadores no pueden predecir más. El presente está en peligro. El planeta vive, titubea, rueda, eructa, tiene hipo, ventosea día a día. Todo se hace, se vive, a corto plazo. El futuro se borra tanto más en cuanto depende, no solo de azares y de bifurcaciones ( que tal vez ya tienen lugar)...) sino también de un eventual todo o nada. Sin embargo, no nos encontramos en la confusión. Hemos perdido la evolución lineal, el devenir pre programado, el futuro robotizado, pero hemos ganado un complejo de ideas críticas…” (p. 45).


¿Hacia dónde va el mundo? Todos nos hacemos esa pregunta, desde el justo momento en que nos informamos que el grueso de las inversiones no se realizan en educación, salud, cultura, en general, en desarrollo y cualificación del proyecto humano de vida. Hans Küng en su obra Proyecto de una ética mundial nos transmite, a fin de que saquemos nuestra propia conclusión, la escalofriante información siguiente:


“Cada minuto gastan los países del mundo 1,8 millones de dólares en armamento militar.

Cada hora mueren 1.500 niños de hambre o de enfermedades causadas por el hambre.

Cada día se extingue una especie de animales o de plantas.

Cada semana de los años ochenta, exceptuando el tiempo de la Segunda Guerra mundial, han sido detenidos, torturados, asesinados, obligados a exiliarse, o bien oprimidos de las más variadas formas por regímenes represivos, más hombres que en cualquier otra época de la historia.

Cada mes el sistema económico mundial añade 75.000 millones de dólares a la deuda del billón  y medio de dólares que ya está  grabando de un modo intolerable a los pueblos del Tercer Mundo.

Cada año se destruye para siempre una superficie de bosque tropical, equivalente a las tres cuartas partes del territorio de Corea” (p. 17).


Todos los seres humanos, estoy evocando a Kant, estamos en el deber de cultivar la humanidad que habita en cada uno de nosotros, al menos que el individualismo, el egoísmo, el narcisismo, el odio y la indiferencia, nos haya devorado, más aún, triturado, la última fibra, el último aliento altruista y de amor fraterno, hacia los demás miembros de la especie. 

 


El Maestro y su articulación con los aspectos éticos de la labor docente.


¿Cómo  articular la ética al trabajo docente? ¿Cómo se manifiesta la ética en el vínculo que establecen docente y discente? Educar es una acción dirigida “a capacitar a los educandos a  interpretar la realidad, más aún, a asumir responsabilidades frente a esa realidad. Es ayudar a crecer en responsabilidad, a responder de nuestra responsabilidad frente a los demás” (Pedro Ortega y Ramón Mínguez, La responsabilidad moral del ciudadano de hoy, 22, 200).


Si la educación busca capacitar,  el docente está en la obligación ética de proporcionar a sus estudiantes una formación de calidad, y para ello tiene que investigar y estar al día. 


El docente, que cumple una función social de primordial importancia, tiene que ser socialmente ejemplar, y este ejemplo debe irrigar las relaciones con los colegas y discentes. “El compromiso del docente consigo mismo y con el conglomerado social es evidente; este compromiso contempla tanto la aptitud como el cultivo de la misma mediante una actitud constante hacia el crecimiento y la humanización. La auto exigencia y la conciencia crítica se revelan así como consustanciales a la práctica docente.En todo profesional, pero en particular el que está involucrado en la docencia, los conocimientos o habilidades deben ir acompañados de una sólida formación ética que le permitan ponderar juiciosamente las implicaciones de sus acciones para consigo mismo y con los demás” (Revista de Humanidades, Universidad de Costa Rica, 2011).


La actividad docente y académica en general tiene un fundamento ético, comenzando por la relación de respeto, valoración y estima que hay entre profesor y estudiante. El profesor forma, en términos cognitivos e intelectuales; también, el profesor es un forjador de conciencia moral, de responsabilidad social y cívica. 

0 Comentarios