Plan Estratégico para la evaluación de la Ética como profesionalidad

El Valor de la Ética Profesional – Conexus


Primer caso, el filósofo.


El oficio del filósofo, del lingüista, del educador, del sociólogo, del historiador tiene múltiples manifestaciones éticas. En este sentido se puede trazar un plan estratégico para evaluar la singularidad y particularidad de estas manifestaciones en los ámbitos indicados.


¿Qué se busca? Poner de relieve la manifestación de lo ético en singularidad del oficio de cada profesión. En el caso del filósofo Platón se plantea en la República que para ser un buen filósofo una persona debe reunir las cuatro  condiciones siguientes, a saber: 


  1. Capacidad para aprender

  2. Memoria

  3. Valor

  4. Grandeza de alma


La disciplina filosófica supone capacidad para significar y captar los conocimientos, estableciendo vínculos y conexiones entre una idea y otra, a fin de elaborar  una síntesis holísticas que sea expresión de las características esenciales del objeto estudiado.


Es importante que el filósofo atienda al valor de la verdad y a  la originalidad relativa de su construcción intelectual. No debe plagiar ni copiar las ideas de otros, a cada cual lo suyo. Asimismo, el filósofo no debe inventar falsas referencias bibliográficas, ni fechas, ni atribuir a un autor  la propiedad intelectual, perteneciente a otro colega. 


La memoria, que permite recrear los saberes previamente aprendidos, y mentalmente construir relaciones (semejanzas y diferencias) entre una idea y otra. Esta tarea el pensador debe llevarla con absoluto apego a la verdad, mostrando con claridad el punto de vista de cada cual, y sacando sus propias conclusiones. Esto tiene una gran importancia ètica, no solo para la filosofía, también, para el mundo académico e  intelectual en general.


Donde se pone de manifiesto la profunda dimensión ética de la filosofía, es en el acto de valentía y coraje que tiene que mostrar  el filósofo, no solo para buscar la verdad, también, para mostrarla a la sociedad y defenderla de sus posibles adversarios. La filosofía y los filósofos no son ingenuos, son responsables conscientes de la verdad contenida en su saber. Filosofar, de verdad, es un acto de valentía y coraje. 


 Por eso no es en absoluto casual que Inmanuel Kant, siguiendo a Platón, proclame: “sapere aude”, atrévete a pensar. Allí donde hay oscuridad, el filósofo debe llevar luz; donde hay ignorancia, saber; donde hay confusión, claridad; en fin, cuando en tiempos difíciles, el sentido de la vida se pierde y el horizonte no se visualiza en el firmamento, la filosofía debe restaurar el sentido perdido y buscar nuevos horizontes que orienten el porvenir. ¡Tal es el deber de los filósofos y el compromiso de la filosofía con la humanidad!


Segundo caso, lingüística


A través de la palabra oral y escrita se manifiesta lo justo y lo injusto, el bien y el mal, lo positivo y lo negativo, el optimismo y el pesimismo, la paz y la guerra, el amor y el odio, y los juicios y los prejuicios.  La conexión ética y lenguaje  ha sido estudiada a lo largo de la historia de la filosofía. “El lenguaje humano establece un modo de sociabilidad inédito en el reino natural; un modo que se caracteriza por la irrupción novedosa insoslayable de las valoraciones morales”.


Veamos estas ideas sobre la ética del discurso:


“La ética del discurso sostiene que los seres humanos, en cuanto seres racionales y razonables, no podemos renunciar a la competencia lingüístico-ideológica sin lesionar nuestra propia dignidad. En el marco de la teoría de la corresponsabilidad  solidaria de la ética del discurso, la “responsabilidad” es entendida como “capacidad de”  y “disposición para” aportar razones con el fin de fundamental mis acciones y decisiones  frente a todos los demás  y también como “derecho a cuestionar las razones de otros”. En definitiva se trata de una comprensión radical de la responsabilidad: todo ser humano posee no solo responsabilidad para con los miembros de su propia comunidad sino también para con todos los seres humanos”.


Tercer caso, socio-educativo


Apostamos al desarrollo social de la República Dominicana, a un crecimiento humano sostenible, y una distribución equitativa de la riqueza social. No es ético el enriquecimiento de un grupo, mientras las grandes mayorías nacionales viven en la exclusión social y el desamparo. Creemos asimismo en una educación de calidad, que contribuya a reducir la brecha entre la riqueza y la pobreza. 


Luis R. López Bombino, en su libro, Razones para una ética profesional, dice: “...la ética del desarrollo es una reflexión acerca de los fines y medios del desarrollo global y sobre los cambios socioeconómicos que se operan en países y regiones pobres del mundo…” (p. 101).


La gran esperanza de la humanidad se cifra en impulsar un desarrollo humano, en conexión con la educación y la amplísima sociedad del conocimiento y la información que se está desarrollando y cualificando. “El surgimiento de las sociedades del saber, que  tienden a hacer de la educación para todos y a lo largo de toda la vida no solo un simple sueño, sino un proyecto, parece prefigurar el desarrollo de un nuevo dispositivo de valores duraderos, a la vez serios, lúcidos y juveniles” ( Jerome Binde, ¿Hacia dónde van los valores?, p. 17).


Cuarto caso, lo intelectual 


Dentro de la división social del trabajo están los intelectuales, los que convierten en oficio, la producción de conocimientos científicos y filosóficos, con el objetivo de intervenir socialmente. La labor de los intelectuales es de investigación, de comprensión de la realidad natural, social y del pensamiento. “Los intelectuales interpretan la realidad, su función es la de dar orden simbólico a las cosas. Suelen hablar en nombre de valores universales, y, en su calidad de “paladines y transmisores del conocimiento”, reflejan su vocación de orientar la conducta de la sociedad con base en ciertas pautas y valores culturales definiendo objetivos y alcances del desarrollo social. En ese sentido, los intelectuales cumplen una función política en la medida que la política es el arte de organizar la convivencia en una sociedad” ( Wilhelm Hofmeister, Ed., Los intelectuales y la política en América Latina, 2003,  p. 9).


El trabajo intelectual está atravesado transversalmente por el mundo de los valores. Y la alta sensibilidad social, de muchos de ellos,  soñadores en un mundo mejor así lo pone de manifiesto. De hecho las grandes utopías redentoras de la humanidad han sido elaboradas por intelectuales, que apuestan a la transformación de la realidad y la perfectibilidad de la vida social. 


Una masa crítica de profesionales, relativamente independientes de los poderes fácticos de la sociedad, es de vital importancia en la actual coyuntura histórica que vive la República Dominicana. Necesitamos pensadores, investigadores, que investiguen la realidad social del país, en todos los aspectos, que pongan en escena la verdad de lo que somos, pues, solo a partir de esas premisas podríamos visualizar nuestras posibilidades de desarrollo nacional.


Necesitamos una profunda y radical crítica social, del dominicano y lo dominicano, de nuestra práctica política, del manejo de los recursos públicos, del sistema actual de justicia, de someter a debate el papel de la educación nacional, en fin, urge, que los intelectuales, con su discurso, con la palabra viva y escrita, apuesten al surgimiento de una nueva subjetividad, donde valores  como la equidad, la responsabilidad, la honestidad, la solidaridad, la transparencia y el trabajo, abonen, el desarrollo económico, político, social y cultural de la República.

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